La implantación de estos sistemas en el parque automovilístico europeo todavía no está muy extendida, pero se estima que un 10% de los accidentes en España sería evitable con un sistema de aviso de cambio de carril involuntario. En estos accidentes fallecen aproximadamente en España unas 500 personas y resultan heridas graves unas 2.500.
Durante la marcha, unos sensores de luz infrarroja utilizan la luz reflejada en las líneas longitudinales que separan y delimitan los carriles, para saber si el vehículo está circulando sobre ellas. Estos sensores, situados bajo el vehículo, en el momento que detectan que las líneas están entre las ruedas, y el conductor no ha accionado el intermitente, interpretan que existe distracción y avisan al conductor haciendo vibrar el asiento o el volante, o mediante un indicador luminoso y/o sonoro, etc., todo ello dependiendo del fabricante.
Existe otro sistema de detección del cambio involuntario de carril que funciona a través de un reconocimiento digital de las imágenes que, infinitesimalmente, se van detectando y analizando desde una cámara situada en el espejo retrovisor interior (prácticamente todos los fabricantes la colocan ahí). Estas imágenes permiten a un software predecir trayectorias en función de la que realmente lleva el vehículo. Si se produce algún cambio en la trayectoria digitalmente interpretada y prevista, el sistema alerta al conductor.
Conducir un vehículo equipado con un LDW (Lane Departure Warning) o AFIL (Alerte de Franchissement Involontaire de Ligne), produce dos efectos en el conductor; uno: reduce la probabilidad de accidente o percance debido a un cambio de carril no deseado y motivado por una distracción, y dos: consigue que el conductor deba señalizar todos y cada uno de los desplazamientos laterales que realice, si no quiere estar siendo avisado constantemente de una posible pérdida de trayectoria.